Yo estaba en un bar y unos cuantos habitantes de Valldenou, en La Llitera, miraban en la tele el Gran Premio de Inglaterra. La emisión se hacía en catalán, y los del lugar lo entendían todo. La televisión les demostraba que su lengua, a menudo menospreciada, presentada como un localismo pintoresco, folclorizada, era la misma lengua
-si no fuera así, ¿cómo lo entenderían?- que una moderna emisora ¿¿de televisión utilizaba para dirigirse a millones de personas. Catalanes, valencianos y los de La Llitera incluidos. ¿Tendremos que admitir que ni en Madrid ni en Toledo se habla castellano? ¿Qué se habla? ¿Lelace? O sea, la Lengua Latina del Centro de España. Se puede estar en contra de una realidad -el hecho de que hay una franja de Aragón donde se habla desde siempre el catalán- pero no se puede ir a favor del ridículo.
Este territorio está habitado por unas personas que están convencidas de que son aragonesas e igualmente convencidas de que no se puede llamar lapao a lo que hablan. Nunca, a lo largo de los siglos, ninguna madre ha enseñado a su hijo a hablar en lapao. ¿Tanto miedo causan las palabras que muestran una realidad? Las lenguas mandan sobre la política. El suizo no existe, ni tampoco el belga. En estos estados se habla francés, alemán, holandés, italiano, alemán...
Josep Maria Espinàs -Periodista y escritor-
Miércoles, 15 de mayo del 2013 - elperiodico.com
0 comentarios:
Publicar un comentario